La gran mayoría de nosotros observamos por la ventana una situación que nos parece de ciencia ficción. Intentamos, cada mañana, generar un nuevo día, realizar nuestro trabajo, estar o contactar con nuestros seres queridos o llevar a cabo actividades culturales o deportivas. Lo intentamos todo y mientras tanto, tenemos el corazón encogido y sentimos un nudo en la garganta por las personas que están padeciendo esta enfermedad y se están yendo, especialmente nuestros mayores y las personas con enfermedades previas.
Este encogimiento, al mismo tiempo, se transforma en un sentimiento de orgullo y reconociendo por los profesionales que luchan por cuidarnos, en todos los sentidos, desde aquellos que están en primera línea en los hospitales y centros sociosanitarios, hasta los trabajadores que siguen permitiendo que nuestros alimentos y recursos más básicos lleguen a nuestras casas. Ahora más que nunca todo es un conjunto, ahora más que nunca los hilos que nos unen son patentes.
Todo es importante y lo único que podemos hacer es respetar la situación y agradecer la actitud de las personas que están ahí luchando por nosotros. A veces, brotan preguntas como, ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudar? De momento, quedándonos en casa hacemos mucho. Contactar con tus seres queridos, con los mayores, hacer nuestro trabajo, educar y enseñar a los futuros profesionales sanitarios, la importancia de su profesión, son actos también muy valiosos. Todo pasará y regresará el bullir de las aulas, los saludos en la cafetería y el “cacharreo” en nuestros laboratorios. Y volveremos a reflejar con nuestros ojos los ojos que los miran.