Este año va a ser diferente. En el próximo cuatrimestre me voy de Erasmus y, aunque estoy algo nervioso, tengo muchas ganas. Salir de mi zona de confort, descubrir nuevas culturas, conocer gente interesante… Cada vez que lo pienso aumentan las ganas. Aunque he de admitir que, con esta situación que estamos viviendo ahora, la incertidumbre y el miedo reinan en mi cabeza. ¿Y si me lo cancelan? Esa fue la pregunta que, a grandes rasgos, le planteé a mi coordinadora el primer día de cuarentena.
“Seguro que no contesta”, pensé. La tristeza se apoderaba de mí, que ya veía mi sueño frustrado no pudiendo cumplirse. Sin embargo, y con una velocidad pasmosa, un correo tranquilizador apareció en mi bandeja de entrada. En él, el servicio de Relaciones Internacionales me explicaba con detalle la situación y los pasos a seguir. Al parecer, siguen trabajando desde casa, y menos mal… Porque si no me hubieran recordado los documentos a rellenar, las fechas límite… ¡A saber! Soy un poco desastre, aunque no me faltan ganas. También hago muchas preguntas y mando multitud de correos. Me contestan a todo, con todas las facilidades del mundo y con una amabilidad asombrosa. La verdad, no sé cómo no se cansan. Hasta yo lo haría.
He pensado que, cuando acabe la cuarentena, quiero ir a verlos físicamente. Creo que están en Móstoles. Igual les llevo un bizcocho o algo así... Al fin y al cabo, son los responsables de que mi movilidad siga adelante, y ella es el faro de luz al que miro todos los días para ayudarme a superar esta situación tan difícil.