Redacción / Irene Vega
Durante décadas, la plantación de árboles ha sido considerada una herramienta fundamental —en muchos casos, la única— para la restauración ecológica y la recuperación de ambientes degradados. En España, desde principios del siglo XX se realizaron repoblaciones forestales para recuperar zonas deforestadas en amplias áreas del interior peninsular. Pero ¿pueden estos nuevos bosques sostener niveles de biodiversidad comparables a los de los bosques maduros? Esta es una cuestión central, que ocupa a muchos científicos y sobre la que gira el proyecto BioForest, liderado por investigadores del IICG-URJC.
Recientemente, la revista Journal of Environmental Management ha publicado el primer artículo con resultados de esta investigación. El trabajo compara la riqueza y composición de las comunidades de aves de bosques maduros - aquéllos que han alcanzado un estado avanzado de desarrollo ecológico y estructural- y de reforestaciones de la Comunidad de Madrid y Castilla La Mancha. Para ello, se ha tenido en cuenta que las aves son excelentes indicadores de la calidad ambiental, debido a su alta sensibilidad a la estructura del hábitat y su rápida respuesta a la degradación forestal.
Los resultados del estudio muestran diferencias significativas en la estructura de estos bosques. Las plantaciones presentan, en general, mayores densidades de árboles con troncos de menor diámetro, mientras que los bosques maduros ofrecen una mayor heterogeneidad en el tamaño de los árboles, incluyendo más individuos viejos, y una mayor presencia de madera muerta. Este elemento estructural es clave para mantener la biodiversidad forestal y hace que los bosques maduros alberguen mayor diversidad de aves y mantengan grupos de especies que no aparecen en las plantaciones.
“A pesar de haber estudiado repoblaciones forestales bastante antiguas, alguna de más de 100 años, hemos visto que éstas no recuperan los valores de diversidad de aves de los bosques maduros, debido probablemente a la mayor riqueza de nichos ecológicos de estos últimos, como cavidades, troncos muertos, claros en el bosque, etc.”, señala Jesús López Ángulo, investigador del IICG-URJC que ha liderado el artículo.
Conservar los bosques maduros y promover estrategias de restauración que fomenten la heterogeneidad estructural son acciones esenciales. El estudio apunta a que la gestión forestal efectiva debe ir más allá de aumentar la cobertura del dosel o la densidad de árboles, y debe enfocarse en acelerar el desarrollo de características propias de bosques maduros, como conservar árboles viejos y madera muerta.
Ana García Cervigón, investigadora principal del proyecto BioForest y también miembro del IICG-URJC, valora el conjunto del proyecto, que está llegando a su finalización: “Con estos resultados y los que quedan por publicarse esperamos aportar al ámbito de la gestión forestal y la restauración ecológica recomendaciones que ayuden a recuperar más rápidamente la biodiversidad en entornos degradados”.
El proyecto BioForest cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), financiado por la Unión Europea - NextGenerationEU.