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Jueves 07 de Marzo de 2019 a las 13:07

Los microorganismos tienen serias dificultades para viajar a la Antártida

Un estudio en el que participa Fernando T. Maestre, Catedrático de Ecología y director del Laboratorio de Zonas Áridas y Cambio Global de la Universidad Rey Juan Carlos, evalúa por primera vez la importancia del transporte intercontinental a la hora de determinar la variedad de microorganismos presentes en los suelos de la Antártida.

Redacción

El artículo, publicado en la prestigiosa revista Nature Microbiology, es el resultado de la colaboración de un grupo internacional de investigadores procedentes de instituciones de Singapur, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Reino Unido, Japón y España.

Una hipótesis clave en microbiología ha sido que las pequeñas, pero resistentes, células de microorganismos como bacterias y hongos se dispersan de forma ubicua en la atmósfera y que los distintos tipos de microorganismos que podemos encontrar en ambientes como los suelos son el resultado de la selección natural debido a las condiciones ambientales locales. Esta idea, hipotetizada en los años 30 del siglo pasado por Lourens Baas-Becking en la famosa frase “Todo está en todas partes y el ambiente selecciona”, todavía puede verse en distintos libros de texto a día de hoy. Distintos estudios realizados en las últimas décadas han puesto de manifiesto de que esta idea podría estar equivocada, si bien hasta la fecha apenas se han encontrado evidencias empíricas claras que permitan apoyar hipótesis alternativas que expliquen la distribución de los microorganismos.

Un equipo internacional de investigadores, liderado por el Profesor Stephen Pointing de la Universidad de Yale-Universidad Nacional de Singapur, ha evaluado las comunidades microbianas de los suelos de los Valles Secos antárticos, uno de los ecosistemas más aislados de nuestro planeta, en busca de evidencias de la dispersión intercontinental de los microorganismos. El carácter remoto y aislado de la Antártida convierten a este continente helado en un lugar idóneo para evaluar hipótesis relacionadas con la biogeografía microbiana, y en particular con el papel que la dispersión entre continentes tiene como determinante de la variedad de microorganismos presentes en sus suelos.

Un viaje muy selectivo

Los investigadores midieron la capacidad de los microorganismos para viajar los cerca de 3800 km que separan Nueva Zelanda de los valles secos de McMurdo, en la Antártida, utilizando nuevas metodologías para recolectar directamente los microorganismos en la atmósfera a distintas altitudes utilizando un helicóptero y herramientas basadas en la secuenciación del ADN para obtener una representación detallada de las comunidades microbianas. Distintos modelos teóricos predicen que realizar dicho viaje llevaría a partículas del tamaño de bacterias y hongos unas dos semanas, al límite de la supervivencia y resistencia de estos microorganismos en el aire.

Los investigadores encontraron una conectividad limitada entre las comunidades microbianas presentes en la Antártida y en Nueva Zelanda, lo que sugiere que existe una fuerte selección de los microorganismos durante el transporte atmosférico a larga distancia. En otras palabras, no todos los microorganismos están en todas las partes porque “tanto la atmósfera como las condiciones ambientales locales los seleccionan” afirma el profesor Pointing. Estos resultados “constituyen un avance importante en nuestro conocimiento sobre la biogeografía

de los microorganismos y los factores que determinan su composición en el suelo” apunta el profesor Maestre. Asimismo, “los resultados obtenidos tienen importantes implicaciones para valorar y proteger ecosistemas únicos como los valles secos de McMurdo así como para comprender la dispersión de microorganismos patógenos” indica el profesor Pointing. Los resultados de este estudio “ponen de manifiesto el valor y carácter único de los valles secos de McMurdo, uno de los últimos ecosistemas prístinos que quedan en nuestro planeta, y son particularmente pertinentes dado el aumento en la estocasticidad de la circulación atmosférica predicha en la región como consecuencia del cambio climático, que podía llevar a un aumento del flujo de especies foráneas e invasoras que lleguen a los ecosistemas antárticos, lo que unido al calentamiento global modificaría las comunidades microbianas presentes en estos lugares” concluye el profesor Maestre. El grupo investigador ha puesto sus miras en un nuevo estudio dedicado a evaluar si los patrones observados se dan a escala global.

Foto: Stephen Pointing